En unos pocos meses, el coronavirus ha demostrado su poder para matar a miles, infectar a millones, impactar a miles de millones e influir dramáticamente en la política mundial. A corto plazo, el virus ha revelado enfoques nacionales divergentes para gestionar la interdependencia epidemiológica y ha dejado al descubierto debilidades en la gobernanza mundial. El creciente nacionalismo y las brechas en la gestión internacional de esta emergencia de salud pública mundial han dado lugar a entornos políticos en los que la pandemia ha afectado a los líderes mundiales tanto positiva como negativamente. Estados Unidos ha terminado su relación con la Organización Mundial de la Salud durante una época en la que más se necesita una cooperación multilateral sólida. La polarización política y las tensiones entre Estados Unidos y China han socavado la respuesta a la pandemia y amenazan con debilitar aún más la gobernanza global. El virus ha tenido un impacto positivo en la percepción de China. En una encuesta reciente realizada por Alliance of Democracies Foundation que encuestó a 120.000 personas de 53 países, más del 60% de las personas encuestadas pensaba que China había respondido bien a la pandemia, mientras que solo un tercio en todo el mundo pensaba que la respuesta de Estados Unidos había sido eficaz.

El coronavirus ha causado un daño económico masivo, en particular el desplazamiento de puestos de trabajo, lo que alimentará aún más la desconfianza mundial y ejercerá presión sobre el comercio y el crecimiento cooperativos. La devastación será especialmente impactante durante un año electoral en el que las consecuencias políticas y económicas de cómo los países manejan los desafíos creados por el virus pueden tener impactos a largo plazo en su liderazgo global percibido.

El juego de culpas por el coronavirus entre los presidentes Xi y Trump ha generado tensión adicional en las relaciones entre Estados Unidos y China. Las tensas discusiones entre los dos países continuarán por esta y otras razones políticas y económicas, que van desde disputas comerciales a las políticas económicas “Yo primero” de ambos países, a disputas territoriales en el Mar de China Meridional, semiconductores y satélites.

Los choques de oferta y demanda creados por el coronavirus han reenfocado la atención en las redes globales de la cadena de suministro y la interdependencia global. COVID-19 ha golpeado el núcleo de las regiones centrales de la cadena de valor global, incluidas China, Europa y los EE. UU. La pandemia tiene graves implicaciones para las redes de producción internacionales y puede dejar sus consecuencias durante años. Es posible que muchas empresas no hayan apreciado completamente su vulnerabilidad a la interrupción global de sus relaciones con la cadena de suministro y el alto costo que impone. Esta exposición sin duda se reflejará en las futuras evaluaciones de riesgos de las empresas antes de que se decidan por nuevos sitios de producción o cuando vuelvan a evaluar su huella actual.

El impacto a largo plazo de COVID-19 en el mundo en reequilibrio se dará a conocer en las próximas décadas, pero el nacionalismo y la reducción del liderazgo agravados por la pandemia se pueden sentir ahora y lo serán en los próximos años.