Desde hace algunos años, la Ciencia ha levantado bandera roja con relación a la sostenibilidad de la vida en la Tierra. La forma en que explotamos los recursos ha llegado al punto tal de poner en jaque a nuestro propio planeta. Y, aunque existe una gran lista de causas, podríamos decir que, al final de cuentas, los problemas medioambientales que enfrentamos, como la deforestación, la invasión plástica, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, son en parte consecuencia de la forma en la que consumimos. En resumen, hablamos de un típico caso de oferta y demanda.

Por este motivo, el consumo y la producción responsables es uno de los 17 Objetivos Globales de la Agenda para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Aunque quizás no lo hayamos notado, como consumidores tenemos el poder de condicionar la forma en que las empresas explotan los recursos. Pero, ¿cómo podemos hacer esto?

Según la ONU, si la población mundial llega a los 9.600 millones para 2050, harían falta casi 3 planetas para proporcionar los recursos naturales necesarios para mantener el modo de vida actual.

¿Qué es el consumo responsable?

El Consumo Responsable está estrechamente relacionado con el concepto de sostenibilidad o sustentabilidad, ya que implica elegir los bienes que adquirimos de forma consciente, teniendo en cuenta que la producción, la logística y el desecho de cada producto tienen un impacto ambiental que puede afectar a generaciones futuras –e incluso a nuestras generaciones–.

El consumo y la producción sostenibles se refieren al “uso de servicios y productos relacionados, que responden a las necesidades básicas y brindan una mejor calidad de vida al tiempo que minimizan el uso de recursos naturales y materiales tóxicos, así como las emisiones de desechos y contaminantes a lo largo del ciclo de vida del servicio o producto para no comprometer las necesidades de las generaciones futuras”.

El consumo responsable se basa en dos máximas: consumir menos y que lo que se consuma sea lo más sostenible y solidario posible. En la actualidad, consumimos tal cantidad de recursos que superamos la capacidad de generación del planeta. Mientras aumentan los desechos y la contaminación, además se amplía la brecha entre ricos y pobres.

Según Greenpeace, los criterios básicos del consumo responsable son:

Comercio local con bajas emisiones de bióxido de carbono (CO2) y la cercanía entre productores y consumidores.

Procesos de producción respetuosos del ambiente con uso nulo o mínimo de insumos químicos, promoción de la biodiversidad, prácticas de conservación de suelos, manejo sustentable del agua y mantenimiento de los ecosistemas así como la reducción de embalajes.

Comercio justo y socialmente responsable que asegure el respeto de las culturas, buenas condiciones de trabajo y procesos de toma de decisiones incluyentes y democráticos, en una relación comercial basada en la transparencia.

En resumen, consumir de forma responsable implica asumir que tenemos la responsabilidad de elegir los bienes que adquirimos y cómo los aprovechamos, pensando siempre en reducir el daño ambiental. Pero ¿cómo se traduce esto a acciones prácticas?

7 puntos para practicar el consumo responsable

Si bien el consumo responsable o sostenible puede resumirse en 3 simples acciones, Reducir, Reutilizar y Reciclar, hay una serie de acciones específicas que puedes realizar para reducir tu impacto ambiental.

Quizás toda esta información pueda parecer demasiado. Pero, en resumen, el Consumo Responsable empieza por hacerse preguntas, por modificar la forma actual de consumir y producir, hacer más con menos y decidir de manera informada sobre aquello que consumimos. Cambiar este tipo de hábitos no sucede de un día para otro, pero la situación del planeta en el que vivimos es urgente.